El siguiente es un artículo editorial del periódico mexicano, La Jornada, escrito por Graciela Rodríguez, titulado "Hombres que matan lo que aman", a propósito de la aprobación en el Distrito Federal de la ley de Sociedades de convivencia.
"Hombres que matan lo que aman
La nueva Ley de Sociedades de Convivencia, que reconoce el derecho de sucesión, tutela, alimentación, seguridad social y vivienda a las parejas del mismo o de distinto sexo, y a otras formas de convivencia doméstica fuera del matrimonio o del concubinato, es un paso que engrandece al Estado moderno y laico y a sus instituciones, y que lo fortalece como instancia garante de las libertades al mismo tiempo que expone la debilidad del neoconservadurismo.
Al aprobar esta iniciativa, presentada por tercera ocasión en el salón victoriano que alberga a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), los legisladores capitalinos de izquierda se acercan a visiones más emergentes, como las de la Comunidad Europea, que acordó garantizar la igualdad de derechos de los homosexuales y las lesbianas desde 1994.
En el momento en que sufren una pesada derrota los legisladores republicanos promotores de campañas homofóbicas en Estados Unidos, es ridículo que su réplica local panista exhortara a los integrantes de la ALDF a ser "coherentes con su fe" y pidiera rechazar la iniciativa argumentando que, además de atacar los valores familiares, tiene una serie de inconsistencias jurídicas.
Más allá de señalar que los asesores del PAN no saben separar "moralidad" y "legalidad", habrá que informarles que la Ley de Sociedades de Convivencia, lejos de apartarse de los marcos legales, abona a la precisión del derecho a la igualdad y a la no discriminación por preferencia que está protegido desde 2001 en el primer artículo de nuestra Constitución, en articulados de diversas leyes nacionales y, desde muchos años antes, en múltiples instrumentos signados por México ante instancias multilaterales. Desde 1948 el derecho a la no discriminación se define en el artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se protege en el 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (de 1966). Más recientemente se agrega al lenguaje de los derechos sexuales en 1992, cuando el movimiento lésbico, gay, transexual y travesti logró que se reconociera la no discriminación por orientación sexual y la igualdad de acceso de todas las personas a la educación, la atención de salud, la vivienda y otros recursos de la sociedad en la Declaración de derechos y humanidad sobre los principios fundamentales de los derechos humanos, la ética y la humanidad aplicables en el contexto del VIH/sida. En el ámbito nacional se precisa su protección en la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, y en el artículo 281 del Código Penal del Distrito Federal se castiga con uno a tres años de prisión a quien incurra en el delito de discriminación por preferencia sexual.
En contraste con la derechizacion y el anacronismo del gobierno federal, el Congreso de la ciudad de México empieza a recuperar en sus reformas legales la cultura juvenil más actual; definitivamente hoy es un privilegio vivir en la Gran Tenochtitlan. El afán de colocar la belleza por encima del bien caracteriza a las nuevas generaciones, tal como atinadamente dicen los panistas de la vela perpetua: son hedonistas y heterodoxas.
La estética sustituye a la ética cuando crece el descrédito de las instituciones. La indiferencia a las normas religiosas y formales han hecho de la exaltación de las emociones estéticas y sexuales el camino privilegiado para equilibrar el desorden imperante, para dar sentido al sinsentido. Ni la fragilidad de las instituciones electorales ni el sentimiento de inautenticidad han minado la intensidad del impulso de la libertad y del pluralismo.
Nadie como Oscar Wilde, el autonombrado apóstol de la estética, profetizó la idolatría por la belleza tal como hoy es valorada entre las juventudes del siglo XXI. Y aunque pagó con cárcel, aislamiento y estigma sus tres mortales pecados: ser homosexual, socialista y extranjero, el poeta de Dublín supo desentrañar los peligros de la homofobia como reza en su Balada de la cárcel de Reading: "Y todos los hombres matan lo que aman ¡sea esto oído por todos!, algunos lo hacen con una mirada amarga, otros con una palabra halagüeña, el cobarde lo hace con un beso, el valiente ¡con una espada!"
Hoy tendríamos que agregar: "... y los panistas matan con argumentaciones jurídicas".
Transcrito tal cual.
"Hombres que matan lo que aman
La nueva Ley de Sociedades de Convivencia, que reconoce el derecho de sucesión, tutela, alimentación, seguridad social y vivienda a las parejas del mismo o de distinto sexo, y a otras formas de convivencia doméstica fuera del matrimonio o del concubinato, es un paso que engrandece al Estado moderno y laico y a sus instituciones, y que lo fortalece como instancia garante de las libertades al mismo tiempo que expone la debilidad del neoconservadurismo.
Al aprobar esta iniciativa, presentada por tercera ocasión en el salón victoriano que alberga a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), los legisladores capitalinos de izquierda se acercan a visiones más emergentes, como las de la Comunidad Europea, que acordó garantizar la igualdad de derechos de los homosexuales y las lesbianas desde 1994.
En el momento en que sufren una pesada derrota los legisladores republicanos promotores de campañas homofóbicas en Estados Unidos, es ridículo que su réplica local panista exhortara a los integrantes de la ALDF a ser "coherentes con su fe" y pidiera rechazar la iniciativa argumentando que, además de atacar los valores familiares, tiene una serie de inconsistencias jurídicas.
Más allá de señalar que los asesores del PAN no saben separar "moralidad" y "legalidad", habrá que informarles que la Ley de Sociedades de Convivencia, lejos de apartarse de los marcos legales, abona a la precisión del derecho a la igualdad y a la no discriminación por preferencia que está protegido desde 2001 en el primer artículo de nuestra Constitución, en articulados de diversas leyes nacionales y, desde muchos años antes, en múltiples instrumentos signados por México ante instancias multilaterales. Desde 1948 el derecho a la no discriminación se define en el artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se protege en el 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (de 1966). Más recientemente se agrega al lenguaje de los derechos sexuales en 1992, cuando el movimiento lésbico, gay, transexual y travesti logró que se reconociera la no discriminación por orientación sexual y la igualdad de acceso de todas las personas a la educación, la atención de salud, la vivienda y otros recursos de la sociedad en la Declaración de derechos y humanidad sobre los principios fundamentales de los derechos humanos, la ética y la humanidad aplicables en el contexto del VIH/sida. En el ámbito nacional se precisa su protección en la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, y en el artículo 281 del Código Penal del Distrito Federal se castiga con uno a tres años de prisión a quien incurra en el delito de discriminación por preferencia sexual.
En contraste con la derechizacion y el anacronismo del gobierno federal, el Congreso de la ciudad de México empieza a recuperar en sus reformas legales la cultura juvenil más actual; definitivamente hoy es un privilegio vivir en la Gran Tenochtitlan. El afán de colocar la belleza por encima del bien caracteriza a las nuevas generaciones, tal como atinadamente dicen los panistas de la vela perpetua: son hedonistas y heterodoxas.
La estética sustituye a la ética cuando crece el descrédito de las instituciones. La indiferencia a las normas religiosas y formales han hecho de la exaltación de las emociones estéticas y sexuales el camino privilegiado para equilibrar el desorden imperante, para dar sentido al sinsentido. Ni la fragilidad de las instituciones electorales ni el sentimiento de inautenticidad han minado la intensidad del impulso de la libertad y del pluralismo.
Nadie como Oscar Wilde, el autonombrado apóstol de la estética, profetizó la idolatría por la belleza tal como hoy es valorada entre las juventudes del siglo XXI. Y aunque pagó con cárcel, aislamiento y estigma sus tres mortales pecados: ser homosexual, socialista y extranjero, el poeta de Dublín supo desentrañar los peligros de la homofobia como reza en su Balada de la cárcel de Reading: "Y todos los hombres matan lo que aman ¡sea esto oído por todos!, algunos lo hacen con una mirada amarga, otros con una palabra halagüeña, el cobarde lo hace con un beso, el valiente ¡con una espada!"
Hoy tendríamos que agregar: "... y los panistas matan con argumentaciones jurídicas".
Transcrito tal cual.
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