El pasado jueves, 29 de octubre, cumplí 43 años. Y la verdad, ese día me la pasé muy bien, porque me di una escapada para dar rienda suelta a los instintos (que ya los traía muy reprimidos) y el destino me otorgo un espléndido regalito (regalote, diría yo), momentáneo, pero muy disfrutable. Además me tome unas cervezas que redondearon el festejo.
Parece que ahora el número 43 no tiene mucho que ofrecer en significados. Ahora que pasé el 42, el número en el que uno encuentra el sentido de la vida, creo entender que precisamente ese es su sentido: vivirla día con día y disfrutar sus alegrías y enfrentar las tristezas.
Gracias a todos los que se acordaron de este humilde servidor.